Como si de aves migratorias se tratasen, los estudiantes de la Universidad Miguel Hernández vuelven instintivamente a sus respectivas casas dejando atrás dos meses intensos de estudio y noches sin dormir. Las visitas a la web de la universidad para ver “si han subido ya las notas” se intensifican, y los cabreos de aquellos que llevan semanas esperando a que suban las notas de un examen tipo test serán pagados, ahora sí, con sus familiares cara a cara. La biblioteca de Altabix queda huérfana de parejas casadas, apuntes fotocopiados y risas pegadizas; y en los pasillos de la universidad ya no se respira el miedo a examen que reinaba hasta el momento.
Este éxodo masivo se produce cada cuatro meses, y pese a tener que aguantar, sin más remedio, a la familia, los estudiantes celebran que se trata del periodo más largo hasta la vuelta, otra vez, de la época de exámenes. “Hacer lo que te plazca sin que nadie te diga nada está bien, pero tener un plato caliente en la mesa sin tener que luego fregarlo, se agradece” comenta Fran Fullana, estudiante con sabor agridulce por volver a casa, “a partir de ahora ya solo me tengo que preocupar de acostarme con el beber cumplido”. La Universidad ha empezado ya la demolición de la biblioteca para construir un spa que permanecerá hasta la vuelta de la gente al estudio, allá por mayo.
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