El día había comenzado mal para
Miguel Coves alumno de periodismo de la UMH, las dos primeras horas habían
transcurrido de forma algo aciaga y se mantenía expectante a la siguiente clase
de Comunicación e información escrita (CIE) en la que recibiría la práctica 3,
una noticia discursiva. “Durante la semana se había comportado como el típico
maníaco de las prácticas, ese que se agobia pero lo deja todo para el último
día”, afirma Rosauro Segismundo, compañero de clase. La sorpresa entre la clase
fue mayúscula cuando la profesora le entregó su práctica corregida y el
estudiante la vio aprobada. “Sabíamos que siempre se hace la víctima, dice que
no va a aprobar y luego saca buena nota, pero esto no nos lo esperábamos, le
habíamos visto tan convencido esta vez que nos sentó hasta mal que aprobase”,
comenta la rubia mayor del fondo de la clase.
El futuro periodista no salía de
su asombro al ver las correcciones de la práctica, “las fuentes estaban
inventadas, los nombres estaban inventados, de hecho en Elche no hay una
fábrica de percheros suizos y aun así saqué un 6,5”. El joven usó una vieja
táctica empleada por todos los habitantes del edificio de Atzavares: “utilizo
un nombre cualquiera, como Vicente o María, y después le pongo apellidos que
parecen ilicitanos como ‘Coves’, ‘Esclapez’ o ‘Serrano’, y así es como funciona
el nuevo periodismo”. Por su parte, sus
amigos han decidido no creer más en la palabra de este alumno que por el momento
lleva “más o menos guay la carrera”.
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